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Alonso Berruguete

 

Alonso Berruguete
Alonso Berruguete

Emilio García Lozano

    Hablar de Alonso Berruguete es sinónimo de hablar de la figura cumbre palentina en el campo de las artes plásticas. Ante la pregunta ¿cuál es el artista palentino más importante de todos los tiempos? Nadie dudaría en responder que Berruguete. Nuestro artista fue y sigue siendo de renombre internacional, como lo prueba el que cualquier manual de arte moderno o renacentista, hace alusión a nuestro autor; aunque esté editado en el último rincón del mundo.

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Conversión de Totila. Relieve del Retablo de San Benito del Museo Nacional de Escultura de Valladolid

 

Detalle de la cabeza de Totila. Ejemplo supremo del quehacer escultórico de Berruguete

     Aunque no se puede afirmar categóricamente que Alonso Berruguete nació en 1491, porque no poseemos, hasta las fechas, apoyo documental suficiente, la mayor parte de los estudiosos y especialistas de Alonso Berruguete coinciden en afirmar que nació en torno al año 1491 en Paredes de Nava (Palencia), siendo el hijo mayor del insigne pintor paredeño, Pedro Berruguete y Elvira González. Su infancia, de la que tenemos muy escasos datos, transcurrió en Paredes, donde se dedicó a aprender el oficio de pintor de mano de su padre. Nos consta también que estuvo en Guaza, Valladolid, posiblemente en Palencia y, ya después de la muerte de su padre en 1504, fue a Toledo para arreglar asuntos económicos pendientes. Durante esta primera etapa de formación se nos escapa quienes fueron sus maestros, si excluimos a su padre, y en qué talleres trabajó. Pero hay un hecho muy cierto, cuando en 1507 se traslada a Italia, ya tenía su trayectoria de artista trazada y un buen bagaje de conocimientos adquiridos, a juzgar por las noticias que se conservan procedentes de Italia.

    Entre Florencia y Roma pasa diez años de su juventud inmerso en le ambiente artístico más fructífero de todo el Renacimiento. Allí trabaja y aprende al lado de Miguel Angel, Bramante, Rafael, Leonardo da Vinci y otros genios del arte italiano; pero sin vincularse a ninguna escuela determinada. Al contrario, se le considera junto a Rosso, Beccafumi, Piero di Cosimo y Boraccio iniciador del movimiento manierista florentino. De esta etapa italiana apenas si se conocen unos cuantos dibujos y algunas pinturas como "La Sacra Conversación", "Salomé", "La Virgen con el Niño" etc., que son muy escasamente representativas de la verdadera producción de esta época, según se desprende de los escritos de Vasari, como único artista español mencionado en el Renacimiento.

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Anunciación del retablo de La Mejorada, primera etapa de Alonso Berruguete

 

    Hacia 1517 regresa a España, coincidiendo con la llegada del príncipe Carlos para ser rey de España y futuro emperador de Alemania. Posiblemente no sea casual esta coincidencia, ya que en 1518aparece como "pintor del rey, nuestro Señor", al que acompaña a Zaragoza y se le encarga el sepulcro del Gran Canciller, Juan Selvaggio, que muere circunstancialmente allí. Desgraciadamente no quedan apenas restos de esa obra que compartió con Felipe Bigarny. En 1520 se traslada a La Coruña para pintar las velas y estandartes de los barcos que debía llevar el futuro Emperador; pero, en ese momento, el interés se centra en el contrato de la Capilla Real de Granada, para realizar 15 pinturas murales, las cuales desea compartir con el retablo mayor de la Capilla, que se le ha encargado a Bigarny. Sus pinturas no se llegan a realizar; pero la mano de Berruguete queda plasmada en algunas piezas del retablo, como primera obra escultórica de espíritu berruguetesco que permanece. El 1 de octubre de 1523 es nombrado por el emperador Escribano del Crimen de la Audiencia y Chancillería de Valladolid, por su "suficiencia abilidad y algunos servicios que nos aveis fecho y esperamos nos faseys de aquí en adelante". Este importante triunfo social y económico le hizo fijar la residencia en Valladolid; pero no atendió el cargo, a pesar de los muchos requerimientos y posteriores dispensas de Carlos V, solo comprensibles por la gran estima que le tenía. Al fin, en 1542, no tiene más remedio que traspasar la escribanía. La llegada a Valladolid en 1523 es el punto de arranque de su dedicación a la escultura y la creación de sus obras más geniales, donde la expresión de un espíritu apasionado llega a límites hasta entonces desconocidos. En noviembre de 1523, doña Francisca de Zúñiga le encarga un retablo para el monasterio de la Mejorada de Olmedo. En este primer retablo se van a resumir ya todas las características de genialidad de nuestro gran Berruguete. Aquí se dan las criaturas exaltadas, los cuerpos elásticos, los paños húmedos y temblorosos, gestos excesivos, tonos llameantes.... en fin, estamos ante la total madurez artística sin conocer la raíz y procedencia de tanta genialidad junta. Poco después llega la realización del retablo de San Benito de Valladolid, como la obra más significativa y señera, no sólo de Berruguete, sino de todo el Renacimiento español. Camón Aznar llegó a decir que "cada una de las figurillas enfebrecidas de este retablo era suficiente para inmortalizar a su escultor". Posteriormente llegaron otros retablos importantes como el del Colegio de Fonseca en Salamanca, el de la iglesia de Santiago de Valladolid o el retablo de Santa Ursula en Toledo; pero su maga obra será la parte de la epístola de la sillería del coro de la catedral de Toledo, junto a la gran transfiguración marmórea que remata la silla arzobispal. Aquí realizó 36 relieves de madera de nogal y 34 de alabastro, donde abundan las figuras con gestos expresivos, incorrecciones intencionadas, inestabilidad, todo de una sorprendente originalidad, en los que la fogosa y atormentada imaginación de Berruguete y de su forma de hacer rápida y genial encuentran su más representativa manifestación.

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Paneles en madera de nogal de la sillería alta: Job

Moisés

Elías

 

    Como preludio de su muerte, realiza el mausoleo del cardenal Tavera, su gran amigo y protector, en su última jornada. En él contrasta el refinamiento con que labra los relieves, en el más puro estilo clásico renacentista, con el rostro del cardenal, donde el rigor y los terribles signos de la muerte sólo se explican por el uso de la mascarilla mortuoria con un realismo sobrecogedor. Justo al terminarlo e irlo a entregar en septiembre de 1561, muere en Toledo; pero será enterrado en el altar mayor de la iglesia de Ventosa de la Cuesta (Valladolid), señorío que había adquirido poco antes a la Corona. El resumen de sus rasgos estilísticos podría ser: ruptura deliberada de las cadencias y equilibrio clásicos, composiciones insólitas, quebrando los ejes de simetría y dislocando la perspectiva; estiramientos y concentraciones sorprendentes y escorzos enrevesados.... Policromía extraordinaria e irreal, dominada por los brillos de oro. Todos estos elementos cobran en Berrruguete un aire de espontaneidad, como vehículo eficaz de sentimiento, de medio de expresión de un espíritu apasionado, lindante con el paroxismo a veces. Alonso Berrruguete, lo merece permanecer vivo, como gloria y guía de esta tierra que lo vio nacer, en el alma  de los que hoy la habitan.

 

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Retablo de la Epifanía en la Iglesia de Santiago de Valladolid

 

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